Esta es una historia que comenzó en 1840, en las murallas de la sitiada Montevideo durante la Guerra Grande. La biografía de José María Fernández Saldaña lo destaca como un oficial valeroso y capaz desde el ingreso al ejército, ya en el Buenos Aires del exilio de Venancio Flores, en 1859.
Las batallas de Cepeda, Pavón y Cañada Gómez, fundamentales en la historia argentina, lo tienen a Fortunato en las filas de su padre. Al retorno de Venancio en 1863, para encabezar la Cruzada Libertadora, ahí va su hijo Fortunato como capitán.
Y en la Guerra del Paraguay, allá fue Fortunato, con grado de teniente. Formaba parte de la vanguardia del Ejército Aliado con la caballería, pero los animales se dispersaron en una de las tantas batallas, así que no tuvo problemas para reincorporarse en la infantería. Así de leal era e el hijo.
El golpe de Eduardo y Fortunato Flores
Ya en Uruguay, Fortunato Flores fue jefe político de Canelones, en junio de 1866. Pero duró seis meses, porque los policías de Las Piedras y un grupo de oficiales del ejército de los Estados Unidos intercambiaron golpes y sablazos, en un episodio que le costó su puesto.
Así que lo trasladaron a Montevideo, para ser el jefe del único regimiento de línea de la capital. Esto fue en enero de 1867. El 6 de febrero de 1868, un año después, junto a su hermano Eduardo, encabezaron el golpe contra su padre.
El objetivo fue presionarlo para que se mantenga como dictador y evite las elecciones. Se atrincheró en la Plaza Matriz, pero duró poco la acción militar. Lo detuvieron, le dieron la baja y lo expulsaron del país.
Fue en Río de Janeiro, rumbo a Europa, que se enteró de la muerte de su padre en marzo de 1868. Quiso volver, pero el ministro de Guerra y Marina, general Gregorio Suárez, lo impidió.
Volvió recién en 1871 cuando otro ladero de su padre, Francisco Caraballo, le permitió retornar al ejército para pelear contra Timoteo Aparicio.
Fortunato Flores, el loco
Sin embargo, duró poco al lado de Caraballo, porque quiso ingresar a la fuerza a Paysandú pero el propio general mandó
fuerzas para restituir a las autoridades. Se fue al Paraguay, por poco tiempo, lo expulsaron debido a que quiso meterse en la política local y le tomaron desconfianza.
El golpe de Estado de 1875 tenía a otros personajes como protagonistas. Pero, por las dudas, lo enviaron deportado en la Barca Puig hacia La Habana. Retorna pero a Buenos Aires en 1878 y el gobierno de Lorenzo Latorre lo llama, sin éxito porque se escapó hacia Francia. Le dan la baja del ejército. Y después, su vieja estrella comienza a eclipsarse.
Solo las acciones del antiguo secretario de Venancio Flores, el ahora presidente Julio Herrera y Obes, le permiten tener un mejor pasar como jubilado con ingresos de general.
Falleció el 14 de julio de 1902, “abrevados los días por el desorden de su vida”.
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