Francisco Acuña de Figueroa, el autor de dos himnos patrios

Francisco Esteban Acuña de Figueroa nació en Montevideo, un 3 de septiembre de 1791. Su padre era el Tesorero de la Real Hacienda, Jacinto Acuña de Figueroa, y su madre, Jacinta Vianqui. De muy joven fue educado con los mejores tutores de la ciudad y también contó con estudios en Buenos Aires, a cargo del presbítero Juan Domingo Achega. 

Ingresó a la oficina de su padre, la Real Hacienda, en 1807. Y mientras tanto, escribía poemas. Uno de ellos fue publicado en 1811 por La Gaceta de Montevideo y es el primer escrito de una pluma nacida en esta provincia que apareció en letras de molde, como recuerda el Diccionario de Biografías Uruguayas, de Fernández Saldaña.

“Obra detestable en octavas reales”, precisó Gustavo Gallinal. Que se trató sobre la victoria de los ejércitos españoles contra las tropas francesas comandadas por el general bonapartista André Masséna.

No fue uno de los primeros patriotas. Más tarde reconocería “no haber comprendido en su hora el impulso regenerador del movimiento americano, asustado por la conmoción que sufría el antiguo orden social”. Claro, era una revolución lo que se vino a la Provincia Oriental. 

Así que permaneció durante todo el transcurso del Sitio de Montevideo, entre 1812 y 1814, cuando Gaspar de Vigodet entregó la plaza a las tropas porteñas. Y siguió a los criollos que se refugiaron en el último bastión de resistencia española: Maldonado. También cayó ese año de 1814, así que siguió viaje hasta Río de Janeiro.

Recién volvió a Montevideo cuando el marqués de la Laguna, Carlos Federico Lecor, tomó la ciudad en nombre del Imperio Portugués. Así que se desempeñó como ministro y recaudador de Aduanas en Maldonado. Allí lo tomó la Cruzada Libertadora de 1825 y, meses después, lo capturan y lo envían en calidad de prisionero a San Carlos, desde donde escapa.

A esta vida plagada de traslados hay que añadirle la producción de su obra literaria que, aún en estas circunstancias, fue abundante. Primero porque fue traductor de latín y griego, y segundo por su propio trabajo, pues redactó un diario personal con los acontecimientos durante el Sitio de Montevideo, por ejemplo.

Con el advenimiento de la Independencia, el autor y burócrata llegó a las oficinas de la Aduana del Puerto de Montevideo. Siendo un literato destacado, dice Fernández Saldaña que no se encontraba a gusto como director de la Biblioteca Nacional así que en 1841 pasó a la Tesorería de la Nación. También fue censor de teatros en 1837, junto a Bernardo Berro y Florentino Castellanos.

Pero durante la Guerra Grande se enlistó con la Defensa de Montevideo, los colorados. Integró la Asamblea de Notables de 1846 hasta el final de la época bélica e incluso presentó un proyecto para decretar Gran Mariscal a Fructuoso Rivera, que el propio caudillo rechazó. Sin embargo, “en la hora de declinación del caudillo, no tomó su defensa con igual empeño”, dice la biografía.

El himno del Uruguay en la letra de Acuña de Figueroa

Francisco Acuña de Figueroa era una personalidad literaria relevante cuando en 1828 el gobernador provisorio de la provincia, el general José Rondeau, le pidió que redacte el himno del proyecto de república. 

Y así lo hizo, fue el aceptado para la Jura de la Constitución de 1830 y recién fue declarado como el oficial en 1833. Pero no es el que hoy cantamos.

Porque recibió críticas contra las diatribas hacia españoles, portugueses y brasileños. Así que en 1845, año de Guerra Grande y en momentos cuando se definía el respaldo del Imperio de Brasil a la causa de la Defensa, Acuña de Figueroa presentó una modificación. 

Y donde decía “Libertad, Libertad, Orientales!!!/ Este grito a la Patria salvó,/ Que a los fieros tiranos asombra/ Y a los libres infunde valor. /Sangre y muertes y horrores nos cuesta/ Este don sacrosanto gozar,/ Libertad! en la lid clamaremos,/ Y muriendo también Libertad!!”

Hoy dice: “¡Libertad, Libertad! Orientales,/ Este grito a la Patria salvó,/ Que a sus bravos en fieras batallas/ De entusiasmo sublime inflamó./ De este don sacrosanto la gloria/ Merecimos.... ¡Tiranos temblad!/ ¡Libertad en la lid clamaremos,/ Y muriendo, también libertad!”

Y otros cambios, porque el himno uruguayo cuenta con 11 estrofas de ocho versos. Es decir, 350 palabras. Incluidas éstas:

“Si a los pueblos un bárbaro agita/ Removiendo su extinto furor,/ Fratricida discordia evitemos,/ Diez mil tumbas recuerdan su horror. / Tempestades el cielo fulmine,/ Maldiciones descienden sobre él,/ Y los libres adoren triunfantes/ De las leyes el rico joyel.”

Que muchos entienden como críticas al período de José Artigas. Justamente, cuando él se encontraba con los realistas en Montevideo, o los portugueses en Río de Janeiro.

 

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Autor
Pablo Ibáñez
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