Francisco Solano Antuña, un patricio en la cocina de la política oriental

Su posición social no lo marginó de otros espacios revolucionarios. Fue comisario de cuentas en el ejército artiguista de 1813. Entre 1815 y 1817 fue escribano mayor y oficial de la secretaría del Cabildo de Montevideo.

Con la llegada de los portugueses, en 1820, se plegó como secretario del Ayuntamiento de Montevideo.

Con la Cruzada Libertadora, se integró desde su lugar de jurista. Fue secretario de la primera legislatura patria. De su puño fue diseñado el Ministerio de Hacienda que ocupó brevemente en el primer gobierno patrio de Fructuoso Rivera.

También fue constituyente de 1830 y está su firma en la primera Carta Magna de nuestro país. Además, tuvo la tarea de llevar los documentos que daban cumplimiento a la Convención Preliminar de Paz, ante el Imperio de Brasil.

Fue Fiscal General durante la administración de Manuel Oribe, hasta la caída del segundo presidente constitucional. 

Y, cuando Oribe regresó y sitió a Montevideo en 1843, se puso a disposición del gobierno del Cerrito y se ubicó como presidente del Tribunal de Apelaciones.

Finalizada la Guerra Grande, pasó a camarista del Tribunal Superior. Fue expulsado del país cuando cayó el gobierno de Juan Francisco Giró. En 1855, volvió para instalarse por apenas 12 días como ministro de Gobierno. 

Falleció en 1858 con un amplio respaldo a su figura, como subraya la biografía de personalidades de Fernández Saldaña.

 

Autor
Pablo Ibáñez
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