Este sábado 6 de mayo, el primer vicario de la iglesia uruguaya fue canonizado y es el primer santo de nuestro país. Nació en altamar. Sí, fue en 1813 en el barco que llevó a su familia desde Islas Canarias hasta la Banda Oriental. Se ordenó jesuita en Buenos Aires y en 1841 alcanzó su título. Pasó por la ciudad de Canelones y en 1859 era vicario apostólico del Uruguay.
Hasta ahí, todo bien. La iglesia Matriz de la capital estaba conducida por el presbítero Juan Bird. El problema surgió porque Bird ocupaba una banca parlamentaria, estaba afín al gobierno de Bernardo Prudencio Berro y las autoridades civiles se preguntaron si el vicario podía por sí mismo cambiar al cura de la iglesia más importante del país. A partir de ahí, todo mal.
Así que el gobierno nacional tomó posición: nosotros, como depositarios del viejo derecho español colonial, también asumimos el “derecho de Patronato”, es decir, la decisión final es nuestra. La iglesia no reconoció el derecho citado y ambos poderes se enfrentaron.
Gobernaba el país desde 1860 el presidente Bernardo Prudencio Berro. Católico, enfrentó a la iglesia cuando falleció en San José de Mayo el médico Enrique Jacobson. Masón, los curas no quisieron darle lugar en su cementerio. Consiguieron enterrarlo, Jacinto Vera ordenó la exhumación, Berro secularizó los cementerios. Por primera vez la iglesia perdía la potestad de gestionar los camposantos y, por ende, la recopilación de datos de las personas que mueren en el país pasó a manos del Estado. Quien haya requerido una herencia sabrá lo importante que es esta información.
Así que el ambiente no estaba para bollos y Jacinto Vera quería cambiar al cura de la iglesia Matriz que además era político y comulgaba con el gobierno. A favor de Vera se ubicó el monseñor Marino Marini, desde Buenos Aires. Y el gobierno respondió con más fuerza aún: sigue con su idea de derecho al Patronato y expulsa a Vera, que se va a Buenos Aires.
El 8 de octubre de 1862, el gobierno de Bernardo Berro destierra a Vera y al presbítero Victoriano Conde, su suplente. La orden debía cumplirse el mismo día. Chau. Por carta, Jacinto Vera ordena que la iglesia Matriz no comulgue misa, un escándalo para la época.
La disputa pasó, entonces, a ver quién abría la iglesia Matriz y quién ofrecía misa. Solamente seis curas prestaron sus servicios y, cuando todo parecía que la fuerza del gobierno era insuficiente para concretar la posibilidad de hacer misa en la casa religiosa más importante del país, otro escándalo: el cura que acompañó a Viera, Victoriano Conde, retorna de Buenos Aires y se encarga de las misas. A todo esto, desde Roma aseguran que Jacinto Vera estaba completamente respaldado por el Papa. Estallaron los puentes.
Las posiciones se endurecieron las semanas siguientes y se llevó puesto al ministro de Gobierno, lo que sería una especie de primer ministro o secretario general de gobierno que, en aquel año era Juan Pablo Caravia, y pasa a manos de un conocido católico, José Silvestre Sienra. Florentino Castellanos viaja en misión hacia Paraná, capital de Entre Ríos, y en tres meses se apaciguan las almas, en diciembre de 1862.
El 22 de agosto de 1863 es admitido como vicario legítimo y retorna al país a bordo del vapor “Libertad”. En setiembre de 1864 lo designan obispo “in partíbus infidelum”, es decir y atención, en país infiel. Para resolver el tema para siempre, Roma crea una diócesis con capital en Montevideo y dependiente de forma directa del Vaticano, ya en 1879. Fue el comienzo de la separación entre la Iglesia y el Estado en Uruguay.