El lenguaje de los abanicos en el siglo XIX

Cuadro de James Tissot.
Cuadro de James Tissot

Conversamos sobre Bernardina Fragoso en el último podcast dedicado a la condición de la mujer y, en base al libro “Mujeres uruguayas”, en el capítulo escrito por María del Carmen Ortíz de Terra, la autora especuló con la posibilidad del encuentro entre Bernardina y Fructuoso Rivera en alguna tertulia de las que pululaban en San José de Mayo.

Y allí menciona que Bernardina, tal como las mujeres de su época, llevaba peineta y abanico. ¿Cómo habrá sido el encuentro entre ambos? Sin dudas, mucho habrá de las señas que las mujeres enviaban a través de gestos preestablecidos y dirigidos hacia los solteros. De hecho, en el Museo Casa de Rivera está la colección de abanicos de Bernardina.

Por ejemplo, la web Gabinete de protocolo en su artículo “Lenguaje del abanico en la época victoriana” listó algunos gestos, a saber:

    Llevarlo cerrado y colgado de la mano derecha significaba que se buscaba prometido.

    Llevarlo cerrado y colgado de la mano izquierda significaba que se estaba comprometida.

    Apoyar los labios en el extremo del abanico significaba que dudabas de él.

    Usarlo para apartarse el cabello de la frente significaba que te acordabas de él.

    Abanicarse muy deprisa significaba que le amabas con intensidad.

    Abanicarse muy despacio significaba que te era indiferente.

    Cerrarlo apresuradamente significaba que estabas celosa.

    Dejarlo caer significaba que le pertenecías.

    Llevarlo junto al corazón significaba que estabas sufriendo por amor.

    Cubrirse parte del rostro avisaba de que los padres estaban observando.

    Contar las varillas significaba que deseabas hablar con él.

    Mirar con frecuencia los dibujos del abanico significaba que te gustaba mucho.

    Dar un golpe con el abanico en la palma de la mano significaba que valorabas si te convenía.

    Pasar el abanico de una mano a otra significaba que habías observado que miraba a otra.

    Salir al balcón abanicándose significaba que ibas a salir de casa.

    Salir al balcón sin abanicarse significaba que no ibas a ir a pasear.

    Dar golpes con el abanico significaba impaciencia.

    Cubrirte para protegerte del sol expresaba que no te gustaba.

    No llevarlo visible y mantenerlo guardado en el bolsillo significaba que no querías amores.

 

Autor
Pablo Ibáñez
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