Corría la sangre de la Guerra Grande de 1843 y la primera dama, Bernardina Fragoso de Rivera, toma para sí la propuesta del general Paz y organiza una reunión para convocar a las señoras de la clase alta oriental, cubiertas por la estela de pólvora y humo de las bombas federales. El Sitio de Montevideo las obligó a accionar.
Y juntaron 1.600 patacones, el dinero fuerte de la época, para levantar un hospital dedicado al cuidado de los soldados. En un mes atendieron a más de 400 personas.
Lo más distinguido del círculo destacado de Montevideo participó de la iniciativa de Bernardina.
En 1845, Francisco Acuña de Figueroa les dedica “el Himno Nuevo”: “Inspirando sagrado heroísmo/ En las Damas excelsa deidad, / A los bravos heridos al punto/ Se alza un templo de asilo y piedad/ Los heroicos su sangre derraman/ Por la patria con alto valor/ Aliviados por ángeles miran/ En consuelo cambiar su dolor”.
Y Esteban Echeverría, hay un aporte de él en el episodio Montevideo Romántico, les recita unos versos en la misma jornada de la presentación del himno, unos versos que dicen así: “¡Matronas Orientales! Vuestro sublime ejemplo / La patria agradecida, jamás olvidará; / Cuando su noble frente corone la victoria, / A par de ilustres nombres los vuestros grabará”.
Esta sociedad funcionó hasta el 23 de diciembre de 1846, cuando le envían una carta al presidente Joaquín Suárez para informarles que solamente cuidaban a cinco heridos. El mandatario de la Defensa aceptó la propuesta de disolver la sociedad y pasar sus bienes al Hospital de Caridad, el que hoy se llama Hospital Maciel.
Según la página 37 de la Revista de Historia Nacional, número 49 de enero de 1942, desde su instalación hasta su disolución la Sociedad de Damas Orientales atendió a 800 heridos, 600 egresaron sanados, gastaron 24.000 pesos y solamente debían 750 pesos a un boticario, gasto que fue pago con los materiales excedentes.
Hay una nueva edición de la Asociación de Damas Orientales cuya web se puede ubicar en este link: Asociación de Damas Orientales