La Cruzada Libertadora es del 19 de abril. Pasan mayo y junio. El 14, el nuevo gobierno provisorio está en manos de Manuel Calleros. Una de las primeras decisiones que tomó fue llamara a la instalación de una “sala de representantes” que cumpla funciones legislativas. Lo hizo apenas tres días después, el 17.
Calleros era un veterano de las guerras durante la Revolución Oriental de 1811. Tenía 62 años cuando firmó la circular llamando a representantes de las villas para respaldar la nueva revolución. Su función era ejecutiva y, por tanto, fue el primer gobernador provisorio del nuevo estado de situación rebelde del país. Como tal, decretó cargo a Juan Manuel Lavalleja como general en jefe del Ejército Libertador (de aquí el nombre de la avenida que rememora a Lavalleja) y a Fructuoso Rivera lo hizo inspector general de Armas.
Envía una circular a todos los cabildos que decía así: “La Provincia Oriental desde su origen ha pertenecido al territorio de las que componían el Virreinato de Buenos Aires, y por consiguiente fue y debe de ser una de las de la unión argentina representadas en su Congreso General Constituyente”.
Atención, no proclamó un llamado para hablar de independencia, de la instalación de una república tal como la conocemos. Hablaba de otra cosa. Pero continuemos.
“Nuestras instituciones –prosigue el documento leído en todos los pueblos con cabildo–, deben modelarse por las que hoy hacen el engrandecimiento y prosperidad de los pueblos hermanos. Empecemos por plantear la Sala de Representantes, y este gran paso nos llevará a otros de igual importancia, a la organización política del país y a los progresos do la guerra”.
Este documento fue chasqueado a toda la provincia. Es cierto que el ejército brasileño estaba de capa caída y que no tenía la potencia de diez años atrás. Pero un homenaje a aquellos paisanos que llevaron este documento a los cabildos nunca viene mal.