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La Primera vez que elegimos Presidente

 

 

Amigas y amigos, los invitamos ahora a dar una vuelta por la historia electoral de nuestro país para conocer cómo fue la primera vez que los orientales fueron a las urnas, esta vez, para votar a un presidente.

Hablar de una urna en 1830 ya es mencionar algo que es más propio de nuestros tiempos que de aquellos años. Ni que hablar de los principios que regularon aquellos primeros actos electorales. Y esto es por un motivo muy simple: repúblicas y democracias con representantes elegidos por el pueblo, en esos primeros años del siglo diecinueve, había muy pocas.

Como experiencia sostenida podemos hablar de la que ostentaban los Estados Unidos, que era una federación independiente de Gran Bretaña y eligió presidente por primera vez en 1796, es decir, 33 años antes de la elección presidencial de 1830 en Uruguay. O también las elecciones en nuestros países latinoamericanos, experiencias de incipientes y muy, pero muy frágiles repúblicas americanas que todavía eran muy inestables.

Lo más parecido que conocieron aquellos orientales de 1830, y ya nos metemos en tema, fue la elección de los delegados que formaron la Sala de Representantes de la Florida, del 25 de agosto de 1825, la fecha patria. Y la segunda, la elección de redactores de la Constitución, es decir de la Asamblea Constituyente, que fue votada en 1828.

El investigador Clarel de los Santos tiene en su libro “Elecciones entre sables y montoneras” un gran resumen de aquellos años, de aquella primera elección de presidente de la República.

La Primera Constitución y la Ley Electoral

Primero, decir que nuestra primera Constitución fue jurada por la población el 18 de julio de 1830. Pero no tuvimos presidente hasta noviembre de ese mismo año, porque en el medio fue votada la primera ley electoral del Estado Oriental ya independiente.

Como fue la prioridad del momento, la ley se discutió, se aprobó y se promulgó como relámpago: en dos semanas. Y fijó el último domingo de noviembre como la gran jornada de elecciones, de ahí nuestra fecha actual. Pero veamos cómo hicieron los orientales de 1830 para estrenar su derecho al voto a presidente.

Estableció que todos los pueblos que contaran con un juez de Paz podían votar representantes por sufragio directo. El juez de Paz estaba encargado de la lista de personas habilitadas, es decir, del padrón electoral del pueblo y, atención, un sorteo definía justo un día antes de la jornada cívica quiénes eran los ocho ciudadanos designados para las mesas electorales.

El voto era personal y de palabra. Las mesas hacían el recuento de votos, llamado ya desde aquel entonces como el escrutinio primario; y el escrutinio secundario, es decir, el control de votos, listados y padrones, se realizaba en el pueblo “cabeza de departamento”. Y después la ley establecía cuántos votos eran necesarios para acceder a una de las 34 bancas que conformaron la primera Cámara de Diputados de la historia uruguaya.

Quiénes Podían Votar y las Restricciones

Para elegir senadores era más complejo. Primero era electo un colegio electoral, es decir, un grupo de notables que las fuerzas vivas de la localidad seleccionaba, porque ellos estaban encargados de la selección de un ciudadano para representar al departamento.

¿Y quiénes podían votar? Hay distintas miradas, desde la clásica, de Pivel Devoto, que señalaba la necesidad de excluir a varios grupos sociales: por ejemplo, los borrachos, los que cometieron delitos, los que mantenían una relación de dependencia fuerte como el servicio doméstico o el personal de estancia, o el analfabetismo. Las mujeres, ni que hablar, no estaban presentes en la vida civil y pasará más de un siglo hasta que se concrete el voto femenino en Uruguay.

Pero también está la mirada de los historiadores actuales como Carlos Demasi, que explicó este asunto en una entrevista para TV Ciudad un 18 de julio pero de 2022.

Y bueno, eso tuvo problemas. Por ejemplo, en la mesa de Rosario, departamento de Soriano, el juez de Paz pasó la elección al domingo siguiente porque no habían ocho personas que supieran escribir y por lo tanto no se podía integrar una mesa electoral en la villa. Y cuando la mesa se integró, el 48% de los posibles electores eran analfabetos. Total de votos: 53 ciudadanos en la villa del Rosario.

Clarel de los Santos explicó que, años después, los legisladores hicieron arreglos a la ley electoral porque querían evitar maniobras y abusos a los analfabetos. Por ejemplo, llevaban papeles con los nombres de las personas que debían votar. Naturalmente, redactados por otros. Esta práctica llegó a tal punto que ya ni siquiera “voceaban” el nombre y directamente entregaban el papel manuscrito en la mesa electoral y se retiraban sin dar mayor explicación.

La Investigación Histórica y las Dificultades Documentales

En 1981, hace poco, los investigadores Alfredo Castellanos y Romeo Pérez buscaron los datos oficiales de aquella primera elección nacional y no dieron con documentos porque están extraviados prácticamente en su totalidad. Así que al día de hoy no sabemos cuál fue la cantidad de ciudadanos que votaron en la primera elección de presidente en nuestra historia. Salvo con retazos: Montevideo, el departamento con mayor población, sumó 1,413 votos, prácticamente la totalidad de los hombres mayores de 20 años.

Mucho se habla de la apatía electoral en las primeras elecciones del Uruguay. No fue así en la primera elección de diputados, según “El Universal”, un diario importante de la época. Era el diario de Juan Francisco Giró, quien fue presidente 20 años después, luego de la Guerra Grande.

Pero no pasó lo mismo para elegir senadores porque la baja convocatoria provocó, también, baja expectativa. Clarel de los Santos, el autor del libro que citamos, dice que el promedio de electores en las elecciones latinoamericanas no variaba del entorno del dos por ciento de la población. ¿Esto por qué? El propio autor señala posibles explicaciones: la violencia de la época, el fraude, los agujeros del incipiente sistema electoral, e incluso la composición prácticamente patricia del electorado, que le permitía resguardarse de situaciones que les podían afectar sus intereses particulares.

La Campaña Electoral de 1830

¿Y cómo fue la campaña electoral?

Lo decimos bien sintético porque se puede dividir esto en dos partes. Claramente, una campaña electoral de hoy no tiene relación ninguna con la de 1830. Como primera parte, están las disputas entre Lavalleja y Rivera entre 1829 y 1830. Y como segunda, el proceso desde junio, mes de la jura de la Constitución, y noviembre, la elección nacional. Vamos por la primera.

Para elegir parlamentarios, a Clarel de los Santos le llamó la atención la alta concentración de votos. Esto lo explica por la influencia de “los notables”, es decir, los vecinos con alta promoción que integraban los grandes círculos de la vida social. Fue raro encontrar listas alternativas, por ejemplo, o real competencia. Así que excepcional fue el caso de las controversias y debates entre candidatos que apoyaban a Miguel Barreiro o a Juan Antonio Lavalleja. Pero no fue lo habitual: a lista puesta, lista votada.

Y este círculo de notables era muy vivaz. Hacían pronósticos, por ejemplo, el de Francisco Solano Antuña a Santiago Vázquez, quien le expresó en una carta que, para él, el presidente iba a ser Lavalleja. Juan Francisco Giró, quien veinte años después fue presidente, tenía la misma opinión. Pero eran opiniones que circulaban entre ellos, no había mítines o marchas o actos, era todo solapado, entre cartas o trabajando a través de los círculos masones.

Quien mejor manejó las redes de electores fue Rivera. A la postre, primer presidente. Según Clarel de los Santos, Rivera pudo constituir una barra más unitaria, mientras los partidarios de Lavalleja se dispersaron en diferentes listas. Además, el retorno de Rivera a través de diversos puestos, como relatamos, colaboró en la reconstrucción de su red de alianzas para acceder al poder.

Veamos cómo lo hizo: el “jefe de campaña”, obviamente hay que entender que esto es muy entre comillas, fue el sargento mayor José María Reyes. Lucas Obes se encargó de hacer campaña en el círculo de notables montevideano, con parco éxito. En Paysandú estaba Bernabé Rivera. El mayor Navajas trabajó Cerro Largo. Se encargó de las finanzas de la campaña Gabriel Antonio Pereira, quien después fue el primer ministro de Hacienda, actualmente denominado de Economía y Finanzas.

Este grupo de militantes riveristas, que detallamos muy sintéticamente, estaba compuesto también por líderes del interior del país. Afuera de los muros montevideanos, los votos eran riveristas.

La Influencia de los Notables y el Resultado Electoral

El otro grupo, el de antiguos integrantes de círculos vinculados a los unitarios porteños, estaba anclado en la Asamblea General, la que redactó la Constitución. Contaban con vínculos con Lavalleja pero, en los hechos concretos, militaban a favor de la candidatura de Juan Francisco Giró. Por otro lado estaban los más cercanos a Lavalleja, como Miguel Barreiro, Silvestre y Juan Benito Blanco, o Carlos Anaya.

Pero finalmente, con mejor organización, más apoyo y la militancia de la soldadesca y la milicia, el primer presidente uruguayo se llamó Fructuoso Rivera.

Tenemos tres capítulos más de este especial para compartir con ustedes así que sígannos en el newsletter mensual de Nautamedia Historia, estamos construyendo una comunidad de personas interesadas en la historia uruguaya.

 

Duración
00:16:49
Año
2024+
Temporada
04
Episodio
01
Tipo de contenido
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