Era una visita simple. Prestigiosa, claro, pero nada oficial. Pedro II de Brasil recorrió varias ciudades, incluida Filadelfia, sede de la Exposición Universal de 1876. Ese fue el cénit del viaje, rodeado por estadounidenses que lo celebraban a su paso.
Según la web Aventuras na historia, la gira no oficial coincidió con el ciclo electoral estadounidense. Y un suscriptor del diario The New York Herald propuso la fórmula Pedro II – Charles Francis Adams. Es decir, un descendiente directo de uno de los padres de Estados Unidos, John Adams.
Lo curioso es que la candidatura prendió en algunos círculos y Don Pedro recibió 4.000 votos en Filadelfia, lo que ubica al brasileño como el cuarto candidato más votado de ese importantísimo estado.
Esta fue la anécdota. Pero el monarca recogió varias ideas de su viaje que luego desarrolló en su país, como el sistema de enseñanza (el viaje es apenas tres años posterior a la reforma vareliana), el desarrollo del teléfono, infraestructuras, etc.
Finalmente, la elección fue ganada por el republicano Rutherford Hayes. Gobernó entre 1877 y 1881, quien encaró los capítulos finales de la “reconstrucción”, a 11 años de la Guerra Civil Norteamericana, reprimió sindicatos, instaló leyes anti-clientelares, etc.
A Pedro le costaba ponerse el saco de monarca. Tras la triunfal gira por el norte del continente, de lado los trajes militares con medallas y solo con una levita negra, sus últimos días los denominan como los del “emperador-ciudadano”. Sus hijos naturales murieron, su fe en el sistema monárquico se fue con ellos, se dejó caer. Tres años después del viaje, la salud del monarca empeoró.
Una década después, Don Pedro vivía en París, desterrado por un régimen que instaló la democracia pero tuvo extremos problemas para asentar un país en llamas.