Bien comprendida tenemos la celebración de la Independencia del Uruguay del 25 de agosto de 1825, un episodio que comentamos brevemente en algunos artículos de Nautamedia Historia. La Honorable Sala de Representantes se reunión en la Florida oriental, con el presbítero Juan Francisco Larrobla a la cabeza, y redactó en quince días tres leyes fundamentales para el proceso que finalizó en lo que hoy conocemos como la República Oriental.
No es tan claro en Bélgica. Las brumas de la revolución bajan en una fecha similar pero de una estación diferente. Mientras agosto viene con el frío del invierno, en el hemisferio norte el clima caluroso enardece a los neerlandeses, sobre todo cuando reinaban en 1830 los aliados a Guillermo I de los Países Bajos.
Pero toda la burguesía vinculada al puerto de Amberes reclamaba mayor autonomía. Sobre todo cuando entendieron que los “orangistas” de Guillermo utilizaban el poder con modos prepotentes. Buscaron una constitución federal, les dieron una unitaria. Querían libertad de lenguas, les impusieron las del norte. El calvinismo se impuso, así como el descontento católico. El neerlandés se impuso en el ejército, en la escuela y en la burocracia. El parlamento estaba dominado por un norte holandés contra un sur flamenco, valonés y francófono más populoso.
Y un 25 de agosto de 1830. Se presenta la ópera “La muette de Portici” en la fastuosa casa de las artes “La Monnaie”. La representación artística formaba parte de las conmemoraciones para el rey Guillermo I, pero el resultado fue completamente el contrario.
El protagonista de “La muette” era un pescador napolitano que se rebeló contra la dominación española en el sur de lo que hoy es Italia. En una de las escenas de mayor tensión, un soldado español cruza al protagonista y desata los gritos desaforados de la multitud. “Viva la libertad!”, gritaron los enfervorizados asistentes que de inmediato se dispusieron a volcar su ira sobre las butacas, las cortinas, la sala, el fuego, las calles, Bruselas.
Y después, las máquinas industriales, los telares bruselenses y también los de Lieja, Verviers, Huy, Namur, Mons, Lovaina. Todo en apenas días. El pueblo tomó aquella representación musical como propia y desencadenó un proceso autónomo que demoró 9 años en sellarse, con la capitulación holandesa y la instalación de un nuevo rey Leopoldo I, junto a una constitución monárquica.
En esos menesteres estuvo un conocido nuestro, un tal lord John Ponsonby. Pero eso es historia para otro artículo. Les pedimos que se suscriban, que comenten y que compartan este artículo porque Nautamedia Historia se embarcó en el proyecto de La Zanja Producciones y Het Atelier de Bélgica para llevar adelante “Ponsonbyland”, el documental.