Teodoro Vilardebó, el científico uruguayo del siglo XIX

Teodoro Vilardebó
Teodoro Vilardebó

Realizó sus estudios primarios en Uruguay. En 1814, cuando las tropas del General Alvear ocuparon la ciudad de Montevideo, y en desacuerdo con dicha ocupación, su familia se embarcó rumbo a Río de Janeiro donde se radicó.

Posteriormente fue enviado a Barcelona para continuar sus estudios secundarios. Finalizados los mismos, ingresó en la Escuela de Cirugía y próximo a su finalización, se trasladó a París, doctorándose en 1830 en Medicina, con una tesis relativa a las hemorragias traumáticas y en Cirugía al año siguiente.

En 1833 regresó a su ciudad natal, donde revalidó los estudios y poco después fue nombrado miembro de la Junta de Higiene.

Se dedicó a coleccionar fósiles para estudios de Historia Natural. Tal dedicación le mereció a modo de distinción, en 1837, el nombramiento como Presidente de la Comisión de Biblioteca y Museo Público, actividad que compartió con el presbítero Dámaso Antonio Larrañaga considerado el primer naturalista de la época. 

Ese mismo año participó en la primera expedición científica del Museo, encargada de rescatar el llamado fósil del Pederna, el primer Gliptodonte hallado en el país y que junto con Bernardo Prudencio Berro describiera en 1838, siendo este el primer trabajo científico realizado en Uruguay.

También fue un generoso aportante a la ciencia, al depositar los mil pesos necesarios para publicar el primer mapa del Uruguay. Asimismo, fue el primer secretario del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay. 

Durante 1844 y sitiada nuevamente la ciudad de Montevideo se trasladó a Buenos Aires y luego decidió migrar a Río de Janeiro.

A fines del 47 se estableció en París, donde se dedicó intensamente a estudiar y a ejercer su profesión en un sanatorio particular.

En 1853 regresó a su patria donde se le reconoció su destacada reputación científica. Disfrutó de las mieles del reconocimiento local, con un consultorio particular muy requerido y sus otras actividades vinculadas a la ciencia y la naturaleza quedaron relegadas.

Fueron tres años de intensa actividad médica. Integró la Junta de Higiene, un organismo integrado de forma honoraria para recomendar acciones a nivel local para mejorar la salud. 

Pocos años más tarde, contrae la fiebre amarilla la que le provoca la muerte, la madrugada del 29 de marzo de 1857. La enfermedad devoró con tal virulencia a la sociedad uruguaya que sus restos fueron confundidos junto a los de tantos compatriotas que murieron por la epidemia.

Los uruguayos nunca pudieron despedir con honores a Teodoro Vilardebó.

Tenemos un episodio especial con la participación activa de Teodoro Vilardebó en el segundo capítulo de Peste, que podés encontrar en este link

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Autor
Pablo Ibáñez
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