La Hecatombe: “Oíd una triste historia de espinas”

Copia fotográfica de la litografía publicada por los responsables del periódico "El Talismán" de la primera toma con daguerrotipo de la Iglesia Matriz del Uruguay en 1840 hecha por el abate Louis Compte.
Copia fotográfica de la litografía publicada por los responsables del periódico "El Talismán" de la primera toma con daguerrotipo de la Iglesia Matriz del Uruguay en 1840 hecha por el abate Louis Compte.

“Reina en Montevideo la desolación”, publicó El Nacional de Buenos Aires en marzo de 1848, un mes después de la Hecatombe. La policía hizo la vista gorda y no censuró la misa en La Matriz, anunciada únicamente de boca en boca.

La capilla se llenó de mujeres vestidas de luto. Las únicas dos que no utilizaron el negro fueron de blanco y celeste, según el artículo, “para hacer alarde de la protesta del corazón y de la patria”.

Pero el grueso de la asistencia vistió con el más parco de los colores. Oculta por la luz de los portones de la Matriz, avanzó lentamente una mujer de luto que descubrió en sus manos una cruz de espinas que, finalmente, colocó en el más profundo silencio sobre el altar. Era la hija de Manuel Freire, el integrante de los Treinta y Tres Orientales muerto en Quinteros. Y el crucifijo de espinas, describió el cronista, fue el “símbolo de resignación de las hijas, de la justificación de los mártires y de la aceptación del sacrificio”.


Biografía de Manuel Freire, el integrante de los Treinta y Tres Orientales caído en Quinteros

Las espinas fueron arrancadas de los arbustos que crecen en el Paso de Quinteros. Un artista entrelazó las ramas como un crucifijo. La corona fúnebre ubicada en el altar por la huérfana fue tomada por el cura al finalizar la misa, se la devolvió y una vez en sus manos, la bendijo con la señal de la cruz. Los dolientes volvieron a sus casas en estricto silencio.

Después, la corona fue desarmada para evitar la censura y la persecución. Las ramas más fuertes fueron entregadas a las madres, esposas e hijas de los mártires más populares. El resto fue distribuido al resto de familiares afectados. Cada cual adornó las espinas como pudo, la mayoría las partió para ubicarla en joyas o colgantes. El Nacional confirma que la viuda del general rebelde, César Díaz, le llegó su lúgubre rama.

Biografía de César Díaz, radical hasta el fin

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