Andrés Cheveste salvó el Desembarco de los 33 Orientales

Hay veces que la historia debe pasar por un delgado cuello de botella o, de lo contrario, el curso de la historia cambia definitivamente. 

Imaginen a los Treinta y Tres Orientales ya juramentados, ya fieles a la causa de la Cruzada Libertadora en la Playa Agraciada, pero sin caballos. Perseguidos y capturados a pie por las fuerzas brasileñas. ¿Qué hubiera ocurrido?

Biografía de Andrés Cheveste

Andrés Avelino nació en Las Violetas, una zona rural de las afueras de la ciudad de Canelones, un 10 de noviembre de 1786. Sus padres fueron el vasco Manuel Cheveste y Artelaya, y su madre fue Manuela Islas y González, oriunda de Buenos Aires. 

Con los años despuntó en su principal tarea, la de baqueano. Es decir, conocedor de caminos y trillos, un guía para el traslado de caballadas y cargas. Para los años de la Cruzada, contaba 39 años. 

Y esa fue básicamente su tarea. Llevar las caballadas hacia el lugar convenido sin levantar las sospechas. La mayor parte de los caballos fueron cedidos por el hacendado Tomás Gómez y sus cuñados Manuel y Laureano Ruiz. 

Cheveste integró el grupo que tripuló el primero de los dos lanchones y aguardó a principios de abril en la isla de Brazo Largo, río Uruguay del lado argentino, a la espera de la noche del 19. El relato de Juan Spikerman lo ubica aguardando los 15 días previos de la fecha convenida a que lleguen los otros 33 Orientales. 

Con la demora, las provisiones se terminaron. Andrés Cheveste partió del lado argentino, arribó al uruguayo, carneó una res y retornó. 

El 19 de abril de 1825 y Andrés Cheveste

El Desembarco de los Treinta y Tres se había completado pero faltaban los caballos. La pésima noticia mereció una respuesta: 

Andrés Cheveste. Juan Manuel Blanes.
Andrés Cheveste. Juan Manuel Blanes.

Lavalleja envía a su hermano Manuel y a Cheveste a ubicar la caballada de Tomás Gómez, el hacendado que se había comprometido a colaborar y que quedó congelado por un grupo de soldados brasileños. “Si Gómez no llegó, Cheveste llegará”, dijo Lavalleja, según recuerda el historiador Daniel Torena.

La madrugada más larga de la historia nacional, la espera fue eterna. Manuel Lavalleja y Andrés Cheveste se cruzan con el caballo de un leñatero, según palabras de Ceferino de la Torre, y ambos subidos al mismo equino partieron raudos a la estancia del colaborador Gómez. 

Atanasio Sierra y otros seis soldados revolucionarios consiguen montura y se suman. Pero un par de adelantados avisan a los rebeldes que Servando Gómez, capitán al servicio de los brasileños, patrullaba la costa en búsqueda de noticias.

El otro militar al servicio brasileño era Julián Laguna. El coronel perdió la caballada a manos, justamente, de Andrés Cheveste, rememoró Atanasio Sierra.

Una avanzada encuentra a los expedicionarios. ¿Quién es? “Lavalleja”, responde el líder. Para el 23 de abril ya eran 50 los revolucionarios. Parlamentan Lavalleja y Laguna mediante interlocutores. Pero no hay arreglo, así que Lavalleja pide que se prepare porque lo va a batir a carga militar. Esa fue la primera lucha en suelo oriental, y vence Lavalleja.

Para tener cabal idea de la confianza de Lavalleja sobre Andrés Cheveste, dejamos constancia de la mención que hace sobre él en carta a su esposa Ana Monterroso:

“En la adjuntada de Oribe para La Torre van más detalladas nuestras operaciones. Yo no lo hago porque no tengo tiempo, pero dentro de cuatro días mandaré a Cheveste y te escribiré circunstanciadamente”. Esa carta que le envía Lavalleja a Monterroso con el plan de los rebeldes sería luego comunicada oralmente por la esposa del libertador a sus amigos más cercanos. 

Cheveste luego del Desembarco de los Treinta y Tres Orientales

Cheveste integró la guardia personal de Lavalleja durante toda la revolución. En 1826 se lo ubica en el 9º de Caballería. En 1833 aún prestaba servicios allí, por lo cual el ya presidente Fructuoso Rivera lo manda detener, por las dudas de que sirva su arma al servicio del ahora rebelde Lavalleja, su ex jefe. Poco después lo dejan en libertad porque argumentó que el brigadier y él estaban ya distanciados.

Se fue a Paysandú entre 1834 y 1835. En 1840, con 54 años, vuelve a Montevideo para cobrar el premio por haber integrado el grupo que desembarcó en la Playa de la Agraciada. Fallece un 23 de setiembre de 1863.

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Autor
Pablo Ibáñez
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