La distancia entre Mercedes y Villa Soriano es de 56 kilómetros. Son unos 40 minutos que separan a la capital de Soriano de la primera localidad fundada en lo que hoy llamamos Uruguay. Eso fue hace ya 400 años.
Hoy es un punto hermoso del departamento, sobre el río Uruguay. Allí encontraremos el timbó de Villa Soriano, un árbol centenario que fue plantado en 1904. El ex hotel Olivera, construido a finales del siglo XIX para hospedar a quienes buscaban las aguas del río Negro, cuando la leyenda decía que eran aguas aptas para baños medicinales.
O la Casa de las Máscaras, del plástico Juan “don Paco” Artega, que elaboraba máscaras a partir de mezcla de arcilla de la zona, cemento portland, caracolas, conchillas, piedras del lugar, y que decora la vivienda tanto por dentro como en las paredes exteriores.
También el famoso Muelle de Villa Soriano, de principios del siglo XX, un lugar de gran movimiento fluvial que, poco a poco, fue absorbido por los linderos puertos de Fray Bentos y Nueva Palmira, que hoy destaca por su imponente iluminación restaurada.
O la Casa de los Marfetán, una imponente casa del siglo XVII que se llama así por el dueño que la restauró
en 1966, el coronel Carlos Marfetán. La dejó con su estilo original, sus herrajes, marcos de ventanas y puertas, la cocina tal como eran construidas en aquellas épocas coloniales. El museo fue enriquecido con el aporte de los villasorianenses, con cerámica indígena (la villa nació en base a una reducción de chanaes), restos óseos fosilizados, radios y vitrolas, fotografías históricas, documentos relevantes, frascos y medicamentos de boticas del 900.
Es todo un pasaje a lo más hondo de la historia uruguaya. Como su aljibe, hoy cerrado pero que escondía un pasadizo secreto hacia la capilla de Santo Domingo de Soriano.
Fundación de Santo Domingo de Soriano en 1624: “donde nació la patria”
En 1530, una pequeña congregación de frailes dominicos recibió un milagro: la visita de la Virgen, quien entrega una tela con la imagen de Santo Domingo. Desde entonces, los religiosos italianos celebran la aparición de la imagen de Santo Domingo en Suriano, Calabria.
Y un siglo después, bajo la influencia de ese milagro, las esperanzas para que ocurra otro: que un asentamiento de españoles perdure en la Banda Oriental. Recordemos que el proceso para instalar españoles en este suelo comenzó en el anterior siglo, pero siempre sin éxito.
Hernando Arias de Saavedra perdió la guerra contra los charrúas en 1603 y cambió la estrategia. Solicitó que sea una reducción encabezada por curas franciscanos quienes se instalen.
Primero en la Isla del Vizcaíno en 1624, en base a una reducción de indígenas chanaes y yaros, encabezados por fray Antonio Juárez. Pero como las crecidas entorpecían el desarrollo del novel asentamiento, se trasladaron primero a una zona del actual Entre Ríos y de allí al otro lado, a la Banda Oriental, ya en 1704.
La Capilla de Santo Domingo de Soriano
Pero estábamos en el aljibe, a punto de pasar a la capilla. Naturalmente, es la instalación religiosa más añeja del país. La estructura que hoy conocemos es obra de Juan José Acosta y quien definió la construcción fue el presbítero Manuel Antonio de Castro y Careaga, en 1772. La construcción demoró 20 años en finalizar y la capilla fue inaugurada en 1797. De esa época es el edificio central y la sacristía, la torre lateral es posterior.
Las esculturas fueron producidas por los mismos chanaes y el campanario fue trasladado desde Europa. El Cristo está articulado, tallado en madera y con pelo natural, que los parroquianos descuelgan una vez al año para conmemorar el Vía Crucis durante la Semana Santa. Es el único en el Uruguay con esas condiciones y uno de los únicos dos en toda América Latina.
La capilla de Santo Domingo de Soriano demostró ser una fuerte construcción en 1811, poco tiempo después del Grito de Asencio, el inicio de la Revolución Oriental artiguista, que fue un hecho histórico consumado a pocos kilómetros de Villa Soriano. Ese año resistió los embates de las balas de cañón españolas que se disparaban desde barcos realistas. Los duros muros aguantaron el ataque y recién en 1815 se pudo reconstruir.
“Al entrar en este templo me sentí poseído de un respeto y devoción extraordinaria al considerar que éste fue el primer lugar consagrado al Dios verdadero en esta nuestra Provincia Oriental, matriz de toda esta campaña”, dijo Juan Antonio Larrañaga en aquellos años revolucionarios, eclipsado por la capilla y su proyección histórica.
Proyección que se repite no solo en este año de los cuatro siglos, sino en cada ocasión que uno recuerda que esa capilla es un pasaje abierto a la historia del Uruguay.
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